Lo que el viento nos traerá
El 1 de mayo se conmemora el Día del Trabajador. Me pregunto aquí ¿De qué trabajador? ¿Del arquitecto que dibuja concentrado sobre su mesa con una estilográfica en mano, y sintiéndose feliz de haberla sustituido por la tiralíneas? ¿De la mecanógrafa que tipea apurada el trabajo que su jefe le pidió para mañana en una Olivetti de carro ancho, última generación, modelo 1930?
No. Ni de uno ni de otra, por el simple hecho de que esas formas de trabajar o de ejercer oficios ya no existen. Desaparecieron del mundo. Como desaparecieron también los puestos de trabajo de las Mártires de Chicago que murieron en 1886, reclamando al capitalismo voraz y salvaje que nacía una jornada laboral de 8 horas. Esas obreras y obreros que trabajaban en los talleres sucios y chicos de Chicago, de Indiana, de Londres, que promovieron el surgimiento y el ascenso del movimiento obrero y sus reivindicaciones, ya no están entre nosotros. ¿Por qué? Porque desaparecieron con el tiempo los puestos de trabajo que le dieron origen, porque el cambio tecnológico barrió con ellos con una fuerza jamás soñada por nadie, ni por el trabajo, ni por el capital.
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